jueves, 22 de septiembre de 2011

Crónica Amnesia Ibiza Festival Por Cris Varela

El año pasado A Coruña importó el Sónar. Este año el Sónar repitió y llegó el Amnesia Ibiza Festival. Made in Barcelona el primero y made in Ibiza el segundo. Las comparaciones son odiosas, y más entre dos eventos que no tienen nada que ver conceptualmente, pero me temo que es inevitable hacerlo, al menos en lo que a la adaptación del recinto se refiere. Así que empezamos por ahí.
ExpoCoruña se dividió de nuevo en dos escenarios. Un escenario grande en la zona central (Estrella Galicia) y uno más pequeño en un lateral (Barceló). El primero orientado a una esencia house y el segundo, techno. Si empezamos a comparar, en presentación ha ganado el Amnesia. El escenario Estrella Galicia era más “acogedor”, con tres zonas VIP elevadas y varias pantallas en los laterales. Pero se ve que invirtieron todos sus recursos en ese escenario, porque el Barceló fue como el hermano pobre (una vez más ese espacio se quedó un poco desangelado en cuanto a elementos estéticos y acogedores).

Muy “amnésico” e “ibicenco” el festival no fue, la verdad, pero tampoco lo esperábamos a tantos kilómetros de distancia, ni mucho menos. De hecho, eso es lo de menos, desde mi punto de vista debe anteponerse la calidad en la técnica y los contenidos, al estilo o la estética del evento. Pero cierto es que la firma Amnesia Ibiza pudo haber generado ciertas expectativas entre el público, que al final pudieron haberse convertido en sobrepromesas. No en mi caso personal (hay veces que es mejor no esperar demasiado, para que la frustración sea menor).

Los que acudieron al festival por el reclamo de las bailarinas (tan publicitadas, incluso por encima de la música), supongo que se llevarían una decepción, porque su presencia se limitó a algunas apariciones puntuales sobre el escenario Estrella Galicia.

Por lo demás, algo de show, performance y espectáculo sobre ese escenario, entrega de merchandising al público hacia el final de la velada y un par de androides luminosos disparando con su láser (de hecho, creo que fueron los únicos lásers que vimos durante todo el festival).

En cuanto al sonido, no fue peor que en el Sónar, pero tampoco mejor, con un exceso de graves en algunas actuaciones, especialmente en el Barceló (el que soportó más bpm’s), que ensuciaban un poco el sonido y rebotaban en el recinto.

Los aseos nunca son suficientes, pero en este caso, aunque asistió mucha gente al festival, no fue tan problemático como en el Sónar. Sí lo fue en cuestiones de higiene.

En cuanto a comida, aquí hubo menos oferta que en el Sónar, con presencia sólo de un Telepizza (patrocinador). Y la bebida, supongo que la habitual, no sé, con suficientes barras distribuidas por todo el recinto, eso sí. Pero en conjunto, por la variedad de oferta, punto para el Sónar.

La temperatura, otro problema, hacía demasiado calor (abrieron al exterior una terraza en el escenario Barceló que pudo servir de escape al público -ya que no se podía salir y entrar del recinto- y en algunos momentos se llenó).

Buen ambiente, en general. He de comentar que el primer impacto al llegar al festival, a eso de las 23:00, nos asustó un poco, pero a medida que la noche avanzaba fue mejorando, dejando aparte algún caso aislado (probablemente el hecho de que hubiera empezado a las 16:00 haya dejado k.o. a los más destroyers a partir de la media noche).

Antes de entrar en el apartado musical, dos pequeñas solicitudes a los organizadores de festivales en general. Primera: no está de más dejar horarios a disposición del público dentro del recinto, para que durante el festival puedan estar al tanto de la programación en cada escenario, ya sea a través de pantallas o de material impreso. Menos mal que la tecnología móvil nos facilita el acceso a la información en cualquier lugar, pero repito, no está de más. Y segunda: un mejor control de las listas de acreditados y sorteos evitaría muchos problemas en los accesos. Nos consta que uno de los ganadores del sorteo de entradas que hicimos a través de nuestra web, tuvo que enseñar al personal del recinto el correo electrónico en el que se le confirmaba la invitación, porque no aparecía en la lista que tenían en la puerta. Una vez hecho esto (de nuevo gracias a la tecnología móvil), no tuvo problemas para acceder con su acompañante.

Pasando ya a la música (nuestro reclamo, aunque desde nuestro punto de vista tampoco era un cartel para tirar cohetes), tendríamos que decir que este evento fue el típico FIESTÓN, ni menos ni más. Asumiendo el cartel, el festival fue todo lo sincero que pretendía, en cuanto a promesa de baile asegurado, con un contundente escenario Barceló en el que, nosotros en concreto, disfrutamos de Joseph Capriati, Chris Liebing y Óscar Mulero.

Capriati pinchó “el tema que siempre pinchan en las fiestas de la forma en que se pinchan los temas”, o dicho de otro modo, la receta que funciona ejecutada al dedillo: techno techno techno (ah sí, y un poco de minimal por el medio). El resultado: bueno en la técnica y en el sentimiento, con algún temazo de éxito asegurado, desde The Advent & Industrialyzer hasta The Doors, pasando por temas propios.

Chris Liebing siguió evolucionando con graves muy potentes que eclipsaban por momentos el beat y venga pin y pan y pun y zas zas toma toma… Comparten sello y estilo, así que la continuidad fue total tras Capriati. No habíamos tenido la oportunidad de verlos hasta la fecha, a ninguno de los dos, y no estuvo mal.

Después Mulero y su personalidad, quizás fue una vuelta de tuerca demasiado compleja para lo directo que estaba siendo aquello, pero Mulero es Mulero, y la intro de su actuación para mi fue uno de los mejores momentos de la noche (probablemente el mejor). Pero esa luminosa-oscuridad y profundidad inicial, con la que estaba consiguiendo atraparnos a algunos, no le acompañó en los minutos siguientes tras el portátil (sí). Su actuación nos acabó resultando monótona y aburrida, extraño, pero cierto, así que preferimos quedarnos con otros mejores recuerdos de él y nos cambiamos de escenario.

En el escenario Estrella Galicia llegamos para ver el final de Villalobos y lo encontramos en un momento muy noventero, con beats casi de hip hop por momentos. Muy cool, muy retro y muy divertido, más que correcto. Un showman, él y toda la gente que le acompañaba sobre el escenario, que no era poca (menuda fiesta tenían ahí arriba).

Con Deetron, un poco más tarde, tuvimos momentos tan variados como agradables. Desde sonidos también noventeros, e incluso algunos momentos de sonido rave, al jazzístico The Think Twice (Henrik Schwarz Rmx) de The Detroit Experiment (un interesante contrapunto a la contundencia sonora del escenario Barceló).

Con Tiefschwarz, los berlineses que ya se habían pasado por las 981 Sessions, terminamos la noche, escuchando su minimal house, muy efectista para ir pensando en volver a casa. Y cuando empezó Gaiser nos fuimos, que unos ya vamos teniendo una edad, y dos noches seguidas fuera de casa ya se hacen demasiado.
En resumen, un festival concebido para bailar, bailar y bailar (eso hicieron mis pies). Después de la sensación amarga que nos dejó el Sónar Galicia este año, ya teníamos ganas de otro festival por estos lares, aún con sus más y con sus menos. Así que esperamos que Coruña siga acogiendo muchos más festivales de música electrónica en el futuro, y que siga mejorando en calidad técnica y en diversidad de programación.




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